domingo, 23 de diciembre de 2007

5: NOS CONCEDEN LA SALA DE TRABAJO


Ya empieza la gente a quejarse de que llevo mucho tiempo sin hablar de los cacahuetes en el blog. Pues bien... la última novedad es que:


Ya nos han concedido la sala para rodar de manera más o menos oficial. La tendremos desde el 10 de enero hasta finales de marzo. Hay dos salas disponibles. Una enorme y con una enooooooooooooorme claraboya y otra más pequeña pero que tiene la posibilidad de transformarse en cuarto oscuro. Obviamente, elegiremos esta segunda, pues se adecua a nuestra manera de trabajar. Es decir: Eliminar toda la luz, sumirnos en la más absoluta oscuridad y luego, a partir de ahí, construir nuestra propia luz, como hizo Dios...


Lo malo es que esas salas estarán sujetas a horarios, y son horarios de jornada partida que nos obligarán a partir nuestra propia jornada de rodaje (tendríamos la imposición de comer de 13:00 a 15:00). Pero bueno... tal vez consigamos sacar un buen partido de ese descanso obligado, y tampoco creo que nos venga mal tener un horario fijo e impuesto, porque ello nos obligará a su vez a auto-imponernos una disciplina de rodaje.


Hoy me debería estar dedicando a hacer más dibujos para la película, pero no me sentiré cómodo dibujando hasta que no me haya quitado de encima todos los trabajos de feo bricolaje, así que en lugar de dibujar me he puesto a seguir midiendo maderas. Ahora ha tocado las maderas de los suelos. Llevo toda la mañana con ello y es horrible. Tengo que pintar en las tablas de maderas que harán de suelos las líneas que delimitarán las baldosas. Eso es una verdadera pesadilla para alguien como yo... alguien que siempre detestó las matemáticas por la angustia inherente al hecho de que dos más dos siempre fuera igual a cuatro. Alguien que no es capaz de trazar una línea recta aunque le pongan una pistola en la nuca...


Y haciendo tantas baldositas iguales de centímetro y medio por centímetro y medio, me he acordado del “Sentido Wong” de mi apreciadísimo Jaime Vaca. En serio... está siendo una auténtica tortura, solamente aliviada por las olas del mar al otro lado de mi ventana y las voces de Silvio y Aute al otro lado del altavoz.


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