domingo, 23 de diciembre de 2007

11: ORÁCULO Y SINCRONICIDAD


La sincronicidad y la magia siguen manifestándose en mi vida. Ayer fue un día especialmente místico y extraño, aunque el suceso más destacable, en nuestra opinión, fue el del oráculo:


Alby y yo habíamos salido a la calle para recoger unas cosas en la sala Juan Ismael (el sitio en el que nos están preparando el espacio para rodar). Nos detuvimos un par de minutos en la contemplación de una glorieta en la que Amancio (un escultor) estaba colocando con una tropa de hombres unas preciosas estatuas de bronce. Cuando reanudamos el camino, se nos acerca, como surgido de la Nada, un hombre con una mirada extraña, que empieza a caminar junto a nosotros, llamando nuestra atención con una frase:


“De cualquier cosa hacen una idea, ¿verdad?”


Alby y yo pensamos en un primer momento que se estaba refiriendo a las estatuas, y asentimos sonriendo como dos imbéciles. Pero resulta que el tipo se refería a nosotros. “Ustedes van a ser buenos”, nos dijo. “Ustedes van a triunfar”. Lo dijo sin venir a cuento, con la solemnidad de un oráculo. “Yo les conozco a ustedes. Les tengo leídos”.


Era todo extrañísimo. El hombre hablaba y miraba de una manera que no era normal. De pronto, se detuvo junto a uno de los coches más sucios que recuerdo haber visto y abrió la puerta. “Yo tengo muchas ideas”, nos comentó. “¿Me aceptan una copa? ¿Un refresco?”.


Nos quedamos desorientados, sin saber qué contestar. Finalmente Alby le dijo que teníamos que ir a la sala Juan Ismael, y el buen hombre se ofreció a llevarnos. Por aquello de no ser descorteses, aceptamos la invitación y nos metimos en el coche. Al hacerlo sentí que me estaba subiendo en un carruaje guiado por los corceles del Destino. El interior del coche estaba igual de sucio que el exterior. Ensuciaba la propia ropa de uno...


“Soy ingeniero”, proclamó el desconocido. No lo parecía.


El coche se puso en marcha. Escudriñé el título de uno de los libros que llevaba el hombre en el interior del coche: Era sobre pintura decorativa, o algo así. Alby le preguntó al desconocido algo que no recuerdo. Como única respuesta, él le enseñó un reloj que llevaba en la muñeca, mientras decía: “Mira lo que me regaló un colega”. Esa frase fue seguida por una sonrisa loca, desquiciada, que nos hizo comprender a Alby y a mí que aquel tío estaba pasadísimo. Vete a saber si era su estado natural o (lo más probable) si llevaba en el cuerpo alguna sustancia extraña. Me temo que Alby y yo, pensamos al unísono: “bravo, fantástico, magnífico... Estamos encerrados dentro de un coche en marcha con un hombre pasado de rosca, que está como una cabra y al que no conocemos de nada. ¿Será tal vez nuestro último viaje en coche?”


Pero el hombre cumplió su promesa de llevarnos a la sala Juan Ismael, durante un trayecto de conversación surrealista. “¿Y qué ideas tiene usted?”, le preguntaba Alby. “Yo tengo montones de ideas”, contestaba él, con su expresión desquiciada, y agregaba: “Pero las malas son las que funcionan”. Y yo respondía a eso con algunas palabras que ahora mismo no recuerdo. Fue todo así. Soltaba la información de forma rápida, fragmentada, psicotrópica... Decía que conocía al padre de Alby, y decía que mi madre le había dado clase... En otras palabras... sabía quiénes éramos... Decía que él tenía contactos para nuestra película... Todo entre sonrisas y risas de demente... Pero cada cierto tiempo, cual si de un estribillo se tratase, la sonrisa se la iba, se ponía serio, solemne... y nos volvía a repetir eso de “Ustedes van a ser buenos. Ustedes van a llegar lejos. Ustedes van a triunfar en la cinematografía”.


Y tanto Alby como yo lo interpretamos como una manifestación post-moderna de los antiguos oráculos. Una señal del Destino... enviada por alguna fuerza superior a nuestro entendimiento.


Porque cuando un hombre se coloca con alguna droga de esa manera, abandona su razón, disuelve las barreras que lo separan de su subconsciente, su parte animal... y ese hombre, en cierto modo, pasa a estar controlado por el propio Cosmos. ¿Sería, por tanto, un instrumento del propio Cosmos para hacernos llegar un mensaje? ¿Cuál sería ese mensaje? ¿Qué, en efecto, vamos a llegar lejos? ¿O tal vez el mensaje consiste en: “No se metan en un coche con un desconocido de mirada loca”?


Cuando se lo conté a Ariadna y le expliqué que nos metimos en ese coche por cortesía, por no ofender a aquél buen hombre, me dijo: “Entonces ustedes van a morir como murió Buda: por gilipollas”.


Para quien no lo sepa, Buda murió porque un hombre humilde le ofreció un plato de carne en mal estado y, aunque Buda sabía que la carne estaba mal y era peligroso comerla, se la comió por aquello de no ser descortés con el pobre hombre. La disentería acabó con su vida.


Nosotros estamos a años luz de la perfección espiritual de Buda, pero a este ritmo también alcanzaremos la sabiduría necesaria para morir “por gilipollas”. Es malo para la supervivencia, pero es bueno para el karma....

No hay comentarios: