domingo, 23 de diciembre de 2007

10: ENFERMÉ ENFERMIZAMENTE TRABAJANDO EN UN LARGO ENFERMIZAMENTE ENFERMO.

Pero bueno, ¿qué más contar por aquí? Seguramente hay mucho que contar, pero no sé si seré capaz de acordarme de todo. Llevo arrastrando un molesto dolor de cabeza durante toda la tarde. Cuando uno trabaja con cierto tipo de pinturas y pegamentos, el olor de dichas sustancias químicas penetra en el cerebro. No es recomendable esnifar las mismas sustancias que utilizaron para envenenar a la duquesa de Alba. (¿Os podéis creer que la excesiva corrección política del diccionario del word llega hasta el punto de señalar como incorrecta la palabra “esnifar”? Putos moralistas fanáticos de mierda...)


¿Por dónde iba? Ah, sí... La pintura venenosa... Mi adorada Ari que tanto me cuida me regañó cariñosamente por no ventilar bien la habitación, pero en realidad la habitación sí estaba ventilada. Lo que ocurre es que cuando uno trabaja con cosas tan pequeñas, tiene que acercar mucho la cara hacia el objeta que se está pintando, y la fatalidad penetra por las fosas nasales.


Algún despistadillo se preguntará probablemente, ¿cuáles son esas cositas pequeñitas que está pintando? Pues más cositas para nuestro largometraje, por supuesto. Allí estamos Alby y yo, encerrados en una habitación cual enanitos de Santa Claus, trabajando en la primera película protagonizada por frutos secos de la historia del cine.


Nos lo estamos tomando con mucha tranquilidad. Realizamos nuestras labores mientras escuchamos música y hablamos de cien mil temas distintos. Hacemos como mínimo un par de pausas en nuestra jornada; una para almorzar y otra a media tarde, para escaparnos a tomar un té y un trocito de tarta de queso en una cafetería muy agradable llamada “Avenida 10”.


Aunque no son sólo los asuntos de ocio y distensión los que interrumpen nuestra jornada. También nos siguen robando mucho tiempo las cuestiones de producción y “relaciones públicas”, tanto en lo referente al proyecto “Gritos en el pasillo” como en lo que atañe a otros proyectos distintos que también parecen adornados por promesas de un futuro prometedor. Una vez más, tengo la sensación de que el 2004 va a ser nuestro año; un año de frutos, de buena suerte... Y será sólo el principio.


Aunque nuestro avance durante esta semana no ha sido espectacular, sí ha sido, cuando menos, alentador. Sobre todo si tenemos en cuenta que estamos trabajando sólo dos personas, y una de ellas (yo, me, myself, servidor, el menda) con las capacidades mermadas debido a la enfermedad. Dolor de garganta, falta de fuerzas, mareos, el ganglio inflamado, como un recuerdo de peores días en los que llegué a pensar lo peor...


Afortunadamente, los síntomas descritos ya son prácticamente cosa del pasado. El dolor de garganta prácticamente ha desaparecido, la energía fluye por mis meridianos y el ganglio se va deshinchando poco a poco. Mucho habrán tenido que ver las atenciones de mi querida Ariadna, con sus flores de Bach (me estoy metiendo esencia de roble), sus comidas sanas, sus infusiones y sus batidos de soja.


Confío en que la próxima semana arrancará con más fuerza, pues mi enfermedad para entonces estará con creces mitigada y habremos pillado el ritmo.


De momento, aprovecharé esta vuelta al hogar para hacer las diez mil cosas que he venido a hacer relacionadas con el proyecto cacahuetes y con otros. Son tantas cosas que estoy casi seguro de que se me va a olvidar alguna. Debería usar agenda, pero hay veinte mil cosas que debería hacer y que no hago, y otras veinte mil que no debería hacer pero sí hago. Según la medicina china tradicional, ni siquiera debería eyacular...


Pero bueno, también dicen los chinos que hay que armonizar siempre todos los extremos, así que debe ser sano introducir en la vida una cierta dosis de decadencia...

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